El pediatra y nefrólogo José Grünberg fue nombrado miembro de la Academia Nacional de Medicina

18/Mar/2012

CCIU, Martín Kalenberg

El pediatra y nefrólogo José Grünberg fue nombrado miembro de la Academia Nacional de Medicina

El interior también existe, es una expresión que solemos escuchar. Esta vez los honores se los lleva Tacuarembó, de donde es oriundo el pediatra José Grünberg, de 80 años de edad, quien a principios de marzo fue nombrado Miembro Titular de la Academia Nacional de Medicina, función que ejerce desde el momento en que le fue conferida la distinción por parte del presidente de la academia, el doctor José Peña. A continuación el galeno relata al portal web del CCIU sus experiencias de vida:
 
– ¿Por qué sus padres se radicaron en Tacuarembó? ¿De dónde venían?
 
– Es necesario prevenir al lector y al entrevistador. Mis relatos, recuerdos, datan de muchas décadas atrás. Están basados en vivencias de la niñez y adolescencia en Tacuarembó, en Villa Muñoz, cargadas de subjetividad, pueden ser muy diferentes de las de quienes han vivido situaciones similares en los en los mismos sitios geográficos y épocas
 
Mi padre llegó solo desde Toporov (Ucrania o Polonia según la época). A los efectos de regularizar nuestros documentos recurrimos a ambas embajadas, las cuales negaban la existencia de Toporov en ambos países. Una fascinante historia de Toporov ha sido publicada por Yad Vashem1. El único capital de mi padre era su obsesión de reunir a la familia que había quedado en Europa, continuar con la vida judía, y educación para sus hijos. Mi madre y los dos hijos llegaron después cuando se pudo financiar el traslado En el Uruguay, se comenzaba a construir la ruta cinco, Montevideo – Tacuarembó.
 
La colectividad le facilitó un crédito con lo cual reunió un stock de camisas y corbatas y mercadería liviana que se podía llevar en exhibición “al brazo” o en una valija liviana. Acompañó a las cuadrillas de construcción de la ruta cinco. Los días de cobro, ya con algunas palabras en español, pero con gran sentido de lo que después llamaríamos marketing, fue pionero en la venta en cuotas. La ruta se completó y mi padre “desembarcó” en Tacuarembó en el año 1929 donde la familia residió varias décadas.
 
Fui el primer uruguayo de la familia .Nací el 18 de agosto de 1931. El escribiente del registro civil,  no aceptó violar la gramática y mi apellido salió diferente al del resto de mi familia, Grumberg,y no Grunberg: “antes de la be larga no va ene”, dictaminó autoritario el funcionario. El apellido materno fue un escollo insuperable para el escribiente, por lo que el funcionario me puso uno sencillo para él. Terminé con un apellido materno ficticio, que es el que luce en mi título de médico y del cual nunca tuve la génesis. Mis intentos de recuperar mi  identidad, requirieron varias décadas de trámites.
 
– ¿Qué recuerda de su infancia?
 
– Fue una infancia sin ningún niño amigo judío ya que la colectividad judía en Tacuarembó era de muy pocas familias. Estaba totalmente integrado a los compañeros de clase, el fútbol, la amistad con aquellos que ya pintaban para poetas, famosos después. Los judíos se integraron a una población criolla variopinta: españoles franquistas, comunistas  y republicanos, italianos fascistas y demócratas, que tenían sus propias rivalidades. La convivencia era buena, nunca sentí antisemitismo. Un carro de paseo tirado por caballos hacía nuestros deleites en los picnic familiares en la periferia de Tacuarembó.
 
 – ¿Cómo era la vida judía en Tacuarembó?
 
– No éramos más de 20 familias. Los sefardíes que hablaban español tenían muy poca o ninguna relación social con la comunidad ashkenazí. En esta “convivían” dos grupos, los “fabrente” (radicales) comunistas pregonaban que el internacionalismo proletario era la solución mundial, incluso para combatir el antisemitismo. Los otros, sionistas religiosos como mis padres, que cerraban los negocios en Rosh Hashana y Yom Kippur, se desplazaban a Montevideo por que no había minian (quórum de diez judíos necesario para llevar a cabo las plegarias) en Tacuarembó.
 
Con mucho trabajo se alquiló una casa en Tacuarembó como centro judío para la enseñanza del idish e historia judía. Se contrató a un maestro de Montevideo que resultó muy alejado del sionismo y se autodenominaba “progresista” o  “de izquierda”. lo que atrajo a unos y ahuyentó a otros.
 
En el Tacuarembó profundo había destellos de judaísmo, en Paso del Borracho, actual Pueblo Alsina, a 10 leguas de la “metrópoli”, se radico mi tío. Instaló un despacho de bebidas, con palenque, y parroquianos de facón y chiripá, sin luz ni agua corriente, faroles y cachimba.
 
La vida judía tuvo un impedimento insuperable para mis padres, la inexistencia del kashrut.
 
– ¿Cuándo se trasladó a Montevideo? ¿Qué recuerda de su pasaje por el barrio Villa Muñoz?
 
– A los 11 años, preparándome para la Bar Mitzvah, me traslade a Villa Muñoz, Isla de Gorriti y Constitución, vecino de la Escuela Scholem Aleijem. El Shabat en la calle Arenal Grande y Domingo Aramburu era una fiesta.
 
Viví con la familia de mi primo homónimo, José Grunberg. Ya pediatra, los pacientes encontraban en la guía telefónica mi nombre. Llamaban madres preocupadas por fiebre del niño en pleno invierno pero respondía mi primo y no yo. Con el típico humor judío, mi primo  les comunicaba mi número correcto, pero también sus ofertas de frazadas y otros abrigos para el niño.
 
En Villa Muñoz tuve mis primeros amigos judíos. Con gran sorpresa mis compañeros de clase gentiles tenían un vocabulario extenso en idish, especial, pero no exclusivamente, adecuados para insultos de grueso calibre. También tenían las palabras adecuadas en las tentativas de conquistas a las chicas (maidalaj, en idish). Tres décadas después de la ceremonia de mi Bar Mitzvá en la sinagoga de la calle Inca, instalamos nuestro servicio de Nefrología y especialidades pediátricas en el Hospital Español (Garibaldi y Rocha). Merendábamos en las proximidades y la conversación de los contertulios era en idish. Ante mi pregunta para saber de qué shtetl provenían los padres, recibía como respuesta “de Villa Muñoz”, pues la mayoría eran no judíos pero su vida laboral y social se desarrollaba en la colectividad judía.
 
– ¿Por qué eligió la medicina como profesión?
 
– Nunca lo supe, tampoco  recuerdo ninguna duda sobre mi vocación. He atendido a los nietos de mis maestras de primaria, me recuerdan que desde el primer año no solo tenía la decisión de ser médico, sino también, pediatra.
 
– ¿Qué especializaciones realizó en el exterior?
 
– Mis pasantías reiteradas en hospitales parisinos fueron diseñadas por mi esposa Charlotte, para conocer y vivir París.
 
Me especialicé en Paris, Hôpital des Enfants Malades, en enfermedades renales en niños. Con mis colaboradores creamos en el año 1983 el primer centro de diálisis peritoneal crónica ambulatoria (DPCA) en el Uruguay: Asociados a nefrólogos de adultos desarrollamos el centro integral pediátrico y de adultos de diálisis domiciliaria, que se extendió posteriormente a otros servicios de salud. La DPCA es un procedimiento que se realiza en el domicilio del paciente, lo cual es compatible con mucha libertad social y laboral.
 
Ejercí durante ocho años la Secretaria General de la Asociación Latinoamericana de nefrología pediátrica y como Consejero de la Asociación Internacional de Nefrología Pediátrica. Esos años fueron de un desarrollo tecnológico inimaginable en sofisticación e innovación en la medicina y en la nefrología en particular. Por necesidad de cumplir con mis responsabilidades internacionales institucionales y la necesidad de mi propia formación profesional, viajé frecuentemente y tuve el privilegio de aprender y conocer otras culturas.
 
– Usted es pediatra. ¿Es más fácil relacionarse con los niños o con los adultos?
 
– Adultos y niños, enfermos o sanos, son sensibles a lo mismo: respeto, ternura,  escuchar con atención, consideración al otro. Los pacientes son grandes docentes. Aun muy joven pediatra, le pregunto a la madre del niño ¿cómo es el dolor por el cual me consulta? El niño me espeta: doctor yo sé hablar, conozco mejor mi dolor que mi madre.
 
Además de las palabras, tienen mucho valor los silencios. Cuando un paciente  pregunta “¿cómo estoy?”; los silencios son muy elocuentes. Un silencio prolongado despierta mucha ansiedad, expectativa ¿Por qué no responde? ¿Será tan grave?
 
Los gestos, y la actitud tienen su lenguaje, independiente de las palabras. Por ejemplo atender una llamada telefónica sin disculparse ante el paciente por la interrupción, mirar la hora en medio de una consulta, omitir el “gracias”, el “por favor”, saludar.
 
– ¿Cuál es su vínculo con el judaísmo?
 
– Nuestra vida familiar gira en torno al judaísmo
 
– ¿Que filósofos influyeron en su vida profesional?
 
Encontré en (Baruj) Spinoza y (Emmanuel) Levinas, enseñanzas, respuestas a dudas e incertidumbres existenciales.
 
Spinoza me enseñó sobre el impacto de los “buenos encuentros”, como ellos diseñan nuestras vidas. Somos fruto de ellos. En mi caso, tuve varios: me encontré en París con Jérôme Lejeune, que revolucionó la genética, con el maestro Alfredo Ramón Guerra y su señora Margarita, una judía berlinesa en plena huida de la tragedia.
 
Levinas, otro judío huyendo del horror de la discriminación, me esclareció: el Otro es una extensión del yo. El Otro es eventualmente nuestro paciente, a quien nos debemos. El “buen encuentro” de Spinoza es un concepto íntimamente relacionado a la responsabilidad que tenemos con el Otro.
 
En la imagen: El doctor José Peña, Presidente de la Academia Nacional de Medicina, le otorga el título de Miembro Titular de la Academia al doctor José Grünberg.
 
1. Toporov.   http://www2.jewishgen.org/Yizkor/pinkas_poland/pol2_00253.html
 
 
Misiva del Dr. José Grünberg enviada al Comité Central Israelita del Uruguay
 
Comité Central Israelita del Uruguay
 
Sr. Roberto Cyjon
Presidente
 
Sra. Laura Rozenbaum
Secretario General
 
Estimados:
 
He recibido vuestras felicitaciones referidas a mi nombramiento de Miembro Titular de la Academia Nacional de Medicina. La familia, la verdadera gestora de mi ejercicio profesional es la receptora de vuestras felicitaciones.
 
Una disciplina muy difícil , la pediatría, y mi especialidad , la Nefrología Pediátrica, con pacientes de futuro estrictamente dependientes de la tecnologia y del amor, la cultura de la Ciencia del Cuidado. La tecnologia se compra, pero el amor no está a la venta , se cultiva, requiere tierra fértil y cuidados.
 
La familia Grunberg aprecia vuestro saludo y felicitaciones. Es un estimulo para seguir haciendo lo de siempre, lo mejor de lo posible, a la búsqueda de alejar las fronteras de lo imposible.
 
Gracias, cordiales saludos
 
Ac. Jose Grunberg